Estrella Guerrero (nombre identitario)
Ella era Sábila, tenía como 12 años. Una niña de origen campesino que por su inteligencia y los hilos incomprensibles del destino se halló aquel año en la ciudad sin siquiera asimilar lo que venía. Fue todo un reto que sus padres la dejaran ir con el profesor de la vereda hasta la lejana ciudad con la ilusión de que ella hiciera el primer año de bachillerato bajo su custodia, un sueño apenas posible para los más privilegiados.
Ese año su madre estaba en el hospital de Fusagasugá pasando pruebas muy duras como la violencia ginecoobstetra. Su padre iva y venia desde la lejana vereda, dejando a sus otras hijas e hijo pequeños al cuidado de un casero, hasta la ciudad donde estaba hospitalizada su compañera de vida.
El Profe, su mejor amigo de aquellos tiempos, fue como su papá. Acondicionó un lugar como su habitación y hacía todo lo que podía para animarla cuando la sorprendía llorando o con la mirada perdida, sin imaginar que buscaba un sendero de escape a la vida del colegio para regresarse al campo.
Su tutor le mostraba los muros del cole adornados con perfectos retratos de las cortes graduadas, del éxitoo de los exalumnos, las mesas relucientes de aparatos de tecnología más novedosa. El mismo profe estaba lejos de comprender ese mundo paralelo existente entre esos dos mundos.

Trabajando la tierra y recibiendo la nueva cosecha
Kiriapa, una niña dos o tres años mayor que Sávila, de tez blanca, ojos azules, cabello dorado rizado, sabía estar en el mismo salón y en el mismo curso que ella. Era su asedio permanente en el inmenso colegio del norte de la gran ciudad. Desde el inicio del año escolar se convirtió en su perseguidora constante, implacable la perseguía con sus compinches cada vez que tenía oportunidad. Sávila por su parte la evitaba cuánto podía. Vivía en su mundo de silencios y de sombras. Una niña campesina con su único sueño de un futuro mejor habitando un colegio que le mostraba con crueles lecciones diarias la discriminación, la lucha de de clases y la indiferencia de quienes estaban allí para protegerla, sus profes, que cuando Sábila les contaba de los abusos, apodos, burlas que Kiriapa y su grupo le hacían, solían exclamar: -«usted exagera niña, es normal que a veces hayan chicos bromistas, más bien usted júntese con ellos juegue en el recreo, busque amigos, no moleste que estamos muy ocupados»
Con su uniforme sencillo Sábila se confundía entre los privilegios de aquellos chicos acostumbrados a los lujos que la veían como una intrusa, una extraña ave que había osado traspasar el muro de esos dos mundos.
La niña temía encontrarse con despiadados compañeros, ¡Miren la piquisucia, pobretona, chilaprosa, patirrajada¡ le gritaban efusivamente al verla, entre codazos y empujones la criatura caía al piso entre risas, aplausos de los que festejaban mientras ella se limpiaba las lágimas que resbalaban por sus mejillas. Se apoderaban de sus útiles escolares que terminaban en la basura y también tenía que soportar los regaños de la gente con la que vivía, ya que era por descuidada que se le desaparecían sus útiles.

Estrella Guerrero, en la actualidad
Así fue hallando en los baños su seguro de pervivencia, al salir a recreo Sábila corría al primer baño que encontraba libre, bajaba la tapa y se sentaba en la hora del recreo mientras consumía sus onces continuaba leyendo Movi Dic, Viaje al centro de la tierra cuyo autor Julio Verne la conducía por un mundo de fantasía y ensoñación.
Todo iba soportable hasta el día en que escuchó golpear con fuerza la puerta del baño tras el que leía La Rebelión de las Ratas en la hora del recreo. Al segundo siguiente sobre la puerta vió aterrada el rostro burlón y complacido de Kiriapa y el de enojo del profesor director de su curso Mejía Nateban que le exijía abrir la puerta de inmediato. Sábila estaba paralizada del miedo, mientras escuchaba las burlas de sus compañeros !abra niña cochina, con razón no sale a jugar con nosotros, en el baño no se come, la van a castigar¡. Al fin pudo parase y abrir la puerta, ya nadie estaba cerca, temblorosa previendo el castigo que iva a tener y lo que iban a decir en su casa sus protectores, aunque no todos lo eran, se estremeció al sonido del timbre que avisaba la hora del fin del recreo. La algarabía para ir a la formación se daba rápidamente, caminó lentamente hacia el extenso patio, de repente detrás del muro apareció Kiriapa burlona, movió su pie haciendo que Sábila perdiera el equilibrio al tropezar. Se levantó lentamente, la miró despacio, extrañamente el miedo había desaparecido de su ser, se acercó a lentamente a Kiriapa sin parpadear se sintió turbada y no reaccionó sino hasta cuando el puño certero se estrelló contra su rostro. Con agilidad felina Kiriapa se aferró a los cabellos de Sábila y las dos rodaron por el suelo, rápidamente el ruedo de estudiantes gritaba en histérica algarabia el nombre de !Kiriapa¡ !Kiriapa¡ !Kiriapa¡ una debajo, la otra encima, los arañazos iban dejando hilillos de sangre en el rostro de Sábila quien a su vez estrellaba su puños contra el rostro y la cabeza de su contrincante. En sólo segundos recordó a su familia, la finca, a sus hermanos,los recuerdos tomaron firma en su corazón, las palabras de su madre y el profe -«cuando toqua defenderse hay que hacerlo»- El profesor Mejía Nateban golpeó la espalda de Sábila con una especie de látigo de apariencia silmilar al que usaba su padre con las bestias, ordenándola que se detuviera, Savila no lo escuchó, todo estaba en silencio cuando las manos de Nateban la tomaban con fuerza de su centura separándola del cuerpo de Kiriapa, el profesor estaba ofuscado.

Diversidad
Ya en el salón las dos niñas estaban sentadas frente a frente con sus cuadernos en mano. En el tablero el mensaje decía -«debo respetar a mis compañeros» 250 veces las debía escribir cada una como cuota de inicio del castigo. Kiriapa había llorado mucho, sus ojos inchados y el rostro inflamado hicieron despertar cierta compasión en Sábila. Kiria llebaba más de media página escrita y sábila no había escrito ni una letra. La niña rica la inquirió para que escribiera pronto la tarea o el castigo sería mayor, Sábila la miró diciéndole – si no me hubieras delatado con el profesor ni me hubieras hecho caer nada de esto hubiera pasado. Me ha humillado durante más de seis meses, me somete a sus burlas, apodos, me dancodazos y me empujan cada vez que quieren, ¿por qué lo hace? ¿Qué culpa tengo yo de ser campesina? ¿por qué es tan malo serlo? No recibió ninguna repuesta, al mismo tiempo fijo sus ojos en su morral de estudiante y le dijo a su compañera -No voy a hacer esta tarea- dicho esto y ante la sorpresa de todos corrió, tomó la maleta y salió del salón rumbo a su casa, mientras el profesor la llamaba para cumplir con su castigo.
Aquella misma tarde frente a su tutor tuvo que contarle la verdad. Pensó que ahora la regresaría a la vereda, que lo había arruinado todo, que la castigarían allí también. Pensaba que era lo mejor. Su tutor la miró largamente, la abrazó con la ternura que aún no olvida diciéndole «ḧiciste lo que tenías que hacer, no te arrepientas por ello, ya lo arreglaremos después». A la semana siguiente Sábila regresó a su cole donde ese año obtuvo el segundo puesto, no volvió a ver a Kiriapa y nadie más volvió a humillarla ni discriminarla por ser pobre y campesina. Su tutor lo había arreglado todo.

La crianza
La historia de Sábila es un llamado a la sensibilización, es un grito clamando el papel que jugamos en la perpetuación de la discriminación y desigualdad. La niñez campesina de por sí ya es vulnerable, no debería enfrentar la indiferencia y discriminación de un sistema educativo que la castiga con más desafíos y traumas. La educación debe ser un espacio de real inclusión y respeto, donde todex tengan la oportunidad de crecer sin miedos, sin ser condenados por su origen o su apariencia.
Se está pasando la hora de que la academia, las instituciones educativas, los profesores, la sociedad en su conjunto asuman y garanticen la responsabilidad de que los sistemas educativos sean diversos y se den en ambientes seguros y acogedores para esa niñez. La historia de Sábila no debe repetirse, que llegue la justicia y la construcción de un futuro donde la diversidad sea reconocida, aceptada y valoradada. Debemos enfrentar nuestros propios prejuicios y trabajar juntos por un entorno donde todos podamos florecer.

Localidad Sumapaz Bogotá Colombia
Nota editorial escrita por Estrella Guerrero (nombre identitario)
Aracely Romero Susa ( nombre de bautizo)

